Cada vez más jubilados siguen trabajando: el 17% continúa activo por necesidad o elección

Cada vez más jubilados siguen trabajando: el 17% continúa activo por necesidad o elección
Cada vez más jubilados siguen trabajando: el 17% continúa activo por necesidad o elección - Photo by Cemrecan Yurtman

La crisis previsional empuja a miles de adultos mayores a mantenerse en el mercado laboral, mientras otros lo hacen por vocación o por conservar su rutina.

El 17,1% de los adultos mayores en edad jubilatoria continúa trabajando en la Argentina, según un reciente informe del INDEC. La mayoría pertenece a la franja etaria de entre 60 y 74 años. Para muchos, la continuidad laboral es la única forma de subsistencia ante haberes que no alcanzan a cubrir el costo de vida. Otros, en menor medida, eligen seguir activos por placer o por mantener una rutina que los hace sentir útiles.

Jubilaciones que no alcanzan

En septiembre, más de 4,5 millones de jubilados cobraron el haber mínimo de $390.214, incluyendo bono. Sin ayuda familiar o ahorros, esa cifra apenas cubre un tercio de la canasta básica que la Defensoría de la Tercera Edad estimó en $1.514.074 en octubre.

Los beneficiarios de la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM) y de pensiones no contributivas percibieron $326.222, con bono incluido, una suma también insuficiente frente a los gastos de alimentación ($348.000), medicamentos ($402.880) y limpieza ($107.444). Quienes no cuentan con vivienda deben sumar $294.000 adicionales.

La consecuencia es directa: el porcentaje de jubilados bajo la línea de pobreza se duplicó en un año y roza el 30%, según datos de Statista. A nivel global, la ONG HelpAge International estima que el 73% de los adultos mayores argentinos viven en situación de pobreza.

Monotributistas y trabajo informal: una “reforma jubilatoria” de hecho

Frente a la falta de ingresos, muchos jubilados se reconvirtieron en monotributistas y facturan a sus antiguos empleadores para poder seguir trabajando. Sin embargo, la realidad del mercado laboral sugiere que el número de adultos mayores activos sería aún mayor, si no fuera por la caída de la producción y del consumo.

La economía informal también absorbe a una gran parte de este grupo. En el segundo trimestre de 2025, el trabajo no registrado alcanzó el 43,2%. La crisis de ingresos y la expansión del empleo precario funcionan, en los hechos, como una “reforma laboral” no legislada durante la gestión de Javier Milei.

Además, el recorte en la cobertura del 100% de medicamentos del PAMI y el aumento en el costo de los servicios y el transporte agravaron la situación de vulnerabilidad de quienes dependen de una jubilación mínima.

Brecha de género y déficit estructural

El sistema previsional argentino muestra profundas inequidades. Casi la mitad (47%) de los beneficiarios del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) cobra el haber mínimo; el 17% percibe entre una y dos jubilaciones mínimas, y solo el 36% supera ese monto.

A esto se suma una brecha de género persistente: las mujeres jubiladas ganan, en promedio, un 27% menos que los hombres.

El modelo de reparto, diseñado para una época con menor expectativa de vida, hoy enfrenta el desafío de sostener haberes dignos en un contexto en que la longevidad promedio roza los 80 años. La ecuación entre aportantes y beneficiarios se quebró, generando un sistema deficitario, con jubilaciones bajas y creciente demanda de salud pública.

Proyectos de reforma previsional

En el Congreso esperan tratamiento diversos proyectos que buscan elevar gradualmente la edad jubilatoria a 70 años para 2030, crear una Prestación Básica Universal (PBU) y una Prestación Proporcional (PP), y eliminar el requisito de 30 años de aportes para acceder a la PBU.

Las reformas estructurales también apuntan a simplificar leyes laborales, reducir la informalidad y acompañar el proceso con estímulos a la inversión y el empleo formal, condiciones necesarias para ampliar la base de aportes.

Trabajo por elección: el valor de seguir activos

Aunque la mayoría continúa por necesidad, existe un grupo que elige trabajar después de jubilarse: profesionales, docentes y emprendedores que encuentran en la actividad una fuente de motivación, vínculos y bienestar.

“Cuando el trabajo es una elección, puede tener efectos positivos en la salud física y emocional. Estimula la mente, fortalece los lazos sociales y brinda propósito. Pero cuando se convierte en una obligación para sobrevivir, genera angustia y desgaste”, explican desde el Centro de Cuidado Hirsch.

Los datos del INDEC revelan que tanto en los hogares más pobres como en los más ricos la tasa de trabajo en la vejez es mayor que en los sectores medios: en los primeros por necesidad, en los segundos por vocación.

En cualquier caso, el trabajo se ha transformado en el verdadero soporte de la vida en la vejez para millones de argentinos que aplicaron, de hecho, su propia “reforma jubilatoria”.

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